Mucho antes de que, en 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) aprobase la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, ya había empresas que concebían su actividad empresarial dentro de los parámetros de respeto medioambiental y justicia social. Es el caso de Textil ZeDe S.A., una empresa familiar fundada en 1920 en la, por aquel entonces “industrializada” Mataró (Barcelona) y que hoy en día, con su firma de íntimo unisex Zd Zero Defects, se erige en baluarte de aquella tradición textil pretérita, que impulsó a la comarca del Maresme y a la economía de la región.
Basada en cuatro pilares, la propuesta de valor de la marca pasa por la alta calidad de los tejidos con los que confeccionan sus prendas, todas ellas en base a materias orgánicas y naturales, un sistema de producción artesanal, una orientación hacia el I+D y un control de todos y cada uno de los procesos, exhaustivo, en aras de obtener la excelencia.
Para comprobar estos cuatro valores corporativos, visitamos su fábrica, ubicada en el mismo centro de la localidad costera barcelonesa y que, en otros tiempos, “llegó a acoger hasta a cinco industrias textiles en esta misma calle donde nos ubicamos”, asegura Maria Llüisa Salvà, directora de producción de Zd Zero Defects y que, con más de 45 años de experiencia en el taller textil, nos hará de “cicerone” en esta ruta para ver cómo se fabrica una de sus prendas estrella; un calzoncillo de algodón orgánico.
Así, el inicio del proceso da comienzo con la selección de los hilos con los que confeccionarán las prendas, y que siempre provienen, en el caso de la marca, de materias primas nobles y de alta calidad que, tras pasar por el tisaje, el proceso por el cual se pasa la urdimbre por arriba y debajo de la trama, cruzándola, conformando el tejido con el que se confeccionará la prenda. Este, se pasará por un proceso de tintado y de acabado, no empleando en ningún caso productos o materias nocivas ni para las personas que intervienen en el proceso ni para el medioambiente, cumpliendo así con todos los requisitos vigentes en materia sostenible y que, a la postre, proporcionará tanto el color de la prenda como su textura.
Una vez se ha repasado el tejido para ver que no contiene ninguna “falla” ni defecto, se procede al corte, siempre de forma manual si bien antes de cortar, hay que pasar la tela por lo que se denomina “marcaje”, que son las distintas piezas que componen la prenda y que se dibujan en un papel que luego irá sobre la tela. En este punto, se comprueba que el tejido no tenga dobleces ni forme arrugas, pasando a las máquinas con sierra de cinta vertical donde, por capas, se cortarán las diferentes piezas con la mayor de las precisiones; “Tres en el caso de un boxer; delantera, trasera y trompa”, asegura Salvà.
A continuación, prosigue la experta en confección, se cortan en una maquina “ad hoc” los collarines que forrarán las gomas de la cintura y las perneras, momento en el que la prenda entra en la sala de confección y a partir del cual se ensamblan las diferentes piezas de la prenda (hasta ocho en un calzoncillo) mediante costuras que la irán uniendo. “Hasta ocho máquinas se emplean en este proceso (overlocks, tiras, repuntes, recubridoras, bordadoras, …).
Ya viendo cómo poco a poco la prenda toma forma, el siguiente paso es el etiquetado del producto, que incluye la composición de este, el tallaje y los anagramas, así como se borda de forma artesanal cada prenda con el logotipo Zd. A partir de aquí se abre otro proceso, no menos complejo y artesano, y que tiene que ver con el resultado final de la prenda. Es el proceso de “aplanar” las costuras, para que no dejen marca ni produzca incomodidades al vestirlo, y que precisa “de un proceso manual, prenda a prenda y con mucha paciencia para un excelente resultado final”, afirma Salvà.
A continuación, la prenda acabada (todas las que aquí se fabrican se hacen de la misma forma) se repasa comprobando una vez más que no tiene ningún defecto y se lleva al laboratorio para realizar pruebas que aseguran la calidad de la prenda y su correcta confección (este proceso incluye pesado de las prendas, lavados para comprobar la durabilidad de los tintes, etc.). Una vez examinada la prenda, se plancha, se encaja y se pasa a un último proceso, no menos importante y tampoco exento de pericia, como el del embalaje de la prenda, que también se hace de forma manual.
Hasta aquí el proceso completo, desarrollado por profesionales (hasta 30 empleados componen la plantilla de Zd Zero Defects, 28 de ellas mujeres) y comprometido tanto con la salud de los trabajadores como con el medio ambiente, la economía circular y la fabricación de “km 0”.